Su olor a orín llegó mucho antes que él.
Me dijo: "qué onda, güero".
Intentó hacer el saludo ese de acariciarme la palma y luego chocar los puños.
Fingí no entender.
Después me pidió 5 pesos.
Después insistió.
3 palabras me taladraban el cerebro recurrentemente: "bajo ninguna circunstancia".
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