Un día en mi camino a la oficina, mientras salía del metro, me las crucé.
No quise ni imaginar qué deprimente pudo haber sido su momento.
Ellas, abrazadas como su último recurso, recién acabadas de salir del llanto.
De fondo sonaba el organillero (desafinado como siempre) y mucho más allá, un auto de juguete con sirena propulsado por un globo. El cielo, clara a punto de lluvia.
Iban a refugiarse al metro.
México DF, junio 2007
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