2008-08-22



Mientras el organillero nos atormenta con su instrumento desafinado, sus dos secuaces también vestidos de color caqui se avalanzan sobre los transeúntes con sus gorras en mano, pidiendo dinero, exclamando: “¿Gusta colaborar con el organillero? ¡Que no se pierda la tradición!”.
Hasta donde yo sé, el músico primero toca y luego, a discreción, el que quiere colabora. O sea: hay un momento anterior de calma, en el que debería poder apreciarse la música.
Pero aquí no hay ni calma, ni música.
Si a la tradición no la afinan, por mí, ¡que se pierda!

Zócalo del Distrito Federal, México, agosto 2007

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