Ella estaba super emocionada. Pasarían el fin de semana en un pueblo. Ella podría probar el famoso pulque, bebida de la que tanto le habían hablado y tanto mito había sobre su preparación y la asepsia de la misma. El marido le advirtió: “nomás no pidas conocer al señor que lo preparó: no lo vas a querer conocer”.
Soledad Labaca, 2005
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