foto: Ana Gallardo
Estábamos invitados a cenar a su casa y convinimos que todos ayudaríamos a cocinar algo.
A mí me tocó hacer la ensalada. Entonces lavé la lechuga, la corté y la metí en el bowl.
El dueño de casa me vio y exclamó: “¡Qué estás haciendo!”
Corrió a la otra punta de la cocina, abrió el armario y sacó un dispositivo circular que yo nunca había visto en mi vida. Echó allí la lechuga y la centrifugó. El agua se juntó en un vasito.
Inmediatamente me lo plantó en las narices y me dijo: “Esta agua te la vas a tomar VOS”.
David Dadone, Buenos Aires, 2002
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