En la tienda vendían nieves (helados) de varios gustos frutales. Por si la enumeración del menú no era suficiente (o eso es lo que yo me imagino) el techo estaba infestado de frutas de plástico para que, si alguien miraba hacia arriba en busca de inspiración, pudiera señalar hacia el techo y decir “¡tráigame un helado de ése!”.
Tequisquiapan, Querétaro, diciembre 2008
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