2009-02-05



Ella había tenido un accidente en Bolivia, bajando con una bicicleta por la ladera de una montaña. A causa de la altitud, había perdido el conocimiento y se había caído de cara, destrozándose la boca. En la sala de Urgencias, mandó llamar a un cirujano plástico. Ante su desconfianza, sobre todo por lo barata que sería la intervención a pesar de la complejidad, igual se dejó operar (esperar 15 minutos más hubiera dejado marcas permanentes). Varios meses después de la operación, de vuelta en su casa de Buenos Aires, todo el mundo comentaba qué bueno había sido el cirujano y qué bien había quedado. Ella comentó: “si hubiera sabido que iba a quedar tan bien, me hubiera tirado de tetas”.

María Inés Tapia, enero 2009

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