En una cena en Ciudad de México, mi amiga María (argentina) hablaba con una japonesa que se quejaba de que, al llegar a México, a ella le había costado mucho el idioma.
- A mí no – dijo María -. A mí me costó más la cultura que el idioma.
La japonesa la miró sin comprender, y se preguntó si todavía estaba teniendo problemas con el idioma.
México DF, enero 2009
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