2009-05-08



La voluntad de deshacerse de las roñosas palomas puede llegar muy lejos. Me imagino a la señora, en camisón, por la mañana, asomándose al balcón para llamar al butanero. La pobre se olvida de su propia estrategia de disuasión de palomas y, de repente, descubre su sangre cayendo a chorros desde el balcón, como el agua de las macetas regadas en exceso.

Viejo San Juan, Puerto Rico, abril 2009

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