Por esas cosas del destino, mientras trataba de concentrarme en el capítulo 8 de Rayuela, de Julio Cortázar (1963) luego de haber estado buscando el libro durante mucho tiempo, ansioso de revivir este pasaje que hace años había leído: “Están las peceras bajo el sol con sus cubos, sus esferas de agua que el sol mezcla con el aire…” me tocó escuchar, simultáneamente, en un televisor lejano, una miserable escena de “100 veces no debo”, de Alejandro Doria, Argentina, 1990. En la escena, el actor Luis Brandoni grita por la ventana: “¡Le hicieron un hijo!… ¡Le inflaron el bombooooo!”.
Desgraciada casualidad: el capítulo que más me gusta de una de las novelas que más me gusta, fue contaminado por ésta, la escena que más odio de una de las películas que más odio. Fue ahí que descubrí la belleza de otro pasaje del mismo capítulo de Cortázar, que armonizaba con la presente experiencia: “Flotando, una transparente cinta de excremento que de golpe los arranca [a los peces] de su proyección de imágenes puras”.
Buenos Aires, junio 2009
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