Lo invitamos a cenar a casa, con su familia. Luego de la cena, estábamos escuchando música, muy a gusto, mientras los niños jugaban por ahí.
- Qué buena onda que los vecinos no se quejen - me dice él.
Yo no entiendo a qué se refiere, así que le pregunto:
- ¿Y de qué podrían quejarse?
- De la música - me responde.
- La música está a un volumen súper moderado – le digo.
Pienso en nuestra conducta regular.
- Y casi nunca escuchamos música.
Pienso en el día que es.
- Y hoy es viernes.
Miro la hora.
- ¡Y son las 9:27!
Chicago, IL, septiembre 2009
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