2010-04-08











Era un azafato precioso. Para qué describirlo. Un espécimen humano singular. Estaba parado en el pasillo del avión, como suelen hacer las azafatas, que dan la bienvenida a los pasajeros y se van corriendo hacia un lado u otro, según la gente pasa o se sienta. En su caso fue más difícil: la gente lo miraba y lo admiraba. Se confundían de asiento, se tropezaban, se cuchicheaban. Él se corría hacia un lado, o hacia otro, inútilmente trataba de ayudar con algún bulto. Pero todo se seguía complicando.

Era un azafato tan bonito que no tenía lugar donde ponerse.

Aerolíneas Austral, Buenos Aires, febrero 2010

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