“El poeta no escribe tanto para expresar algo -tampoco para comunicarlo- como para hacer manifiestas las fuerzas que habitan el lenguaje”.
Marcelo Cohen, 1988
2011-05-30
Eran las 12:15 pm y entramos corriendo a la Agencia de Viajes. La señora que atendía nos dijo que ya no nos iba a poder atender, porque estaba atendiendo a otra persona y ya tenía que cerrar (obviamente, se quería ir a dormir la siesta). “¿Y a qué hora vuelven a abrir?”, pregunté. “A las 5”, dijo ella. Mi amigo y yo no podíamos creerlo. Él se dio vuelta ofendidísimo y, aún siendo originario de aquel lugar, exclamó: “qué pueblo de mierda”. La señora que estaba siendo atendida giró sobre su asiento y le aclaró: “pueblo, no, CIUDAD de Corrientes!”
Corrientes Capital, mayo 2011
2011-05-29
Una amiga me llamó por teléfono. Me dijo que quería venir a dejarme unos muñequitos que yo había comprado en la calle, durante nuestra salida de la noche anterior, y ella se había llevado accidentalmente. No me acordaba de los muñequitos, y se me hizo raro: ¿yo comprando cosas en la calle? ¿y encima muñequitos? Pero ella vino hasta mi casa y me los entregó. Eran definitivamente horribles. Acto seguido, me maravillé del estado de felicidad que yo tenía que haber alcanzado para comprar eso.
Mexico DF, abril 2011
Versión 80’s
Versión 2011
La versión 2011 de “El Juego de la Vida” es muy triste: el tablero es mucho más pequeño, bidimensional, el dinero es diminuto, y la ruleta se atora.
Dejando de lado la experiencia física, lo que sucede en los casilleros es pobre: pagos ridículos (como comida para gatos), no hay posibilidad de comprar acciones (pero sí de tener muchos hijos), hay pocos días de pago (pero muchos casilleros donde se puede jugar al casino). Todos empiezan con 7,000 $, y al final el que gana, apenas pudo juntar 14,000 $ y se siente feliz (cuando en la versión vieja se empezaba con 5,000 $ ¡y se terminaba con millones!).
Decepcionado de la vida, agarro la caja del juego y compruebo que ya no se llama “El Juego de la Vida” sino “La Carrera de Vivir”.
Bella Vista, Part. de San Miguel, Prov. de Buenos Aires, mayo 2011
En la esquina de Libertador y Echeverría, donde estaba la “Librería de las Américas”, se emplazó un edificio gigantesco. Muchos de estos edificios ocupan hoy día recintos donde en mi infancia estaba el almacén, el quiosquito, la verdulería. Resignado pienso: “no se puede detener el progreso”.
Días más tarde paso en colectivo muy cerca de allí y avisto un local diminuto, que se llama “Librería de las Américas”. ¿Serán los mismos dueños, que consiguieron sobrevivir, se mudaron y se achicaron? El colectivo pasa raudo, pero a la mente se me viene el olor de los lápices nuevos y a los ojos se me vienen las lágrimas.
Buenos Aires, mayo 2011
2011-05-26
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