Cada día más, volver luego de cierto tiempo a los lugares que frecuentábamos en el pasado, hace que perdamos el sentimiento cariñoso que teníamos de ellos. Donde había un río cristalino, ahora hay una vía de alta velocidad; donde había un pintoresco parque, hay una gasolinera; lo que era una playa amplia y solitaria, ahora está atestado de edificios y comercios; lo que era un edificio refulgente, ha quedado abandonado o a punto de demolerse. En definitiva: nos desilusionamos de los lugares. Pero nadie piensa que los lugares también pueden desilusionarse de nosotros. El mar puede decirle a la rambla: “vino a verme aquel muchachito alegre que pasaba por aquí todas las tardes, te acuerdas? Lo vi viejo, panzón, con cara de amargado”.
Every time more, returning after a while to the places that we frequented in the past, makes us lose the loving feeling that we had about them. Where there was a crystalline river, now there is a fast route; where there was a picturesque park, there is a gas station; what it was a wide and lonely beach, now it is full of buildings and stores; what it was a refulgent building, has became abandoned or about to be demolished. In short: we find the places disappointing. But nobody thinks that places also can be dissaponted in us. The sea can tell the promenade: ‘that cheerful young boy that used to pass by each afternoon came to see me, do yo remember him? He looked old, pot-bellied, embittered’.
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México DF, 2012
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