2013-08-01



Cuando el dueño del bar me dijo que meara contra la pared, me pareció una broma de mal gusto (aunque me reí por cumplido).  Luego entré al baño y había un cartel ¡con la misma indicación!  “Pues habrá que proceder”, pensé.  Ya que me desocupé y di la vuelta para retirarme, mientras me subía la bragueta, descubrí que en un rincón había un sensor de movimiento que accionaba un maravilloso manto de agua sobre el muro.  La experiencia (que parecía de pulquería decadente en un principio) se transformó en un viaje espiritual.

Coín, Málaga, España, junio 2013


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