Hotel 5
estrellas en Jaipur, Rajastan, India.
Llego a la alberca y los camastros están apilados. Miro alrededor y no hay ningún empleado a
quien pedirle uno. Lo desapilo
personalmente, lo llevo junto al agua, y me quedo esperando que alguien venga a
ofrecerme algo de tomar. Nadie aparece. No hay intercomunicador en el área de
alberca, entonces me visto y voy hasta la recepción y pido que por favor envíen
a una persona. “Claro”, me dicen. Regreso y espero, espero. Nada. Vuelvo a la
recepción. “¿No fue?”. Regreso y espero, espero. Nada otra vez. Decido cambiar
de actividad. Voy al gimnasio y está cerrado. Me voy con la gente del SPA y les pregunto
por qué está cerrado el gimnasio. Me dicen que no está cerrado. “¿Entonces
podría alguien por favor abrirlo?”. Espero y esta vez sí, llegan.
Al día
siguiente, la misma situación, toda, enterita.
Cabe
aclarar que, mientras todo esto sucede, hay un hombre disfrazado de marajá que
quiere hacernos teatro de títeres, y al día siguiente hay otro disfrazado de
encantador de serpientes que nos quiere hacer magia.
¿Por qué no
les dan un disfraz de mesero y que vaya a atender la alberca? ¿O un disfraz de
empleado y que vaya a checar que el gimnasio abre cuando tiene que abrir? Si no, que les den una escoba y que los manden a la calle a barrer la vereda. Yo ya no puedo contestarle a nadie más de
dónde soy, cómo me llamo, o si estoy casado, si ellos no están dispuestos a
traerme una cerveza a la alberca.
Hotel
Clarks Amer, Jaipur, Rajastan, India, noviembre 2013
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