Yo me
pregunto: cuando estos ricos y mecenas comisionaban inmensas pinturas a los
renacentistas, para que retrataran momentos históricos o sagrados, y el artista
les venía con un cuadro en el que, por alguna razón simbólica el perrito
callejero quedaba en el centro de la escena, ¿nadie se enojaba?
Siena,
Italia, febrero 2014
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