A la hora
que normalmente voy al gimnasio, la música que ponen es “trash metal” o alguna
variante de “rave clavadísimo”. Aparte
del género musical, las bocinas están mal ecualizados, por lo que, lo uno o lo
otro, hiere los tímpanos.
Hoy han
estado pasando un romántico disco de Demis Russos y, a la salida, el
organillero toca, en vez de “Las mañanitas” desafinada, “Historia de un amor”,
y suena tan precioso que hasta parece que el organillero fuera guapo.
Algo raro está
pasando.
Fitness
Express, Centro Histórico, México DF, septiembre 2014
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