Fuente: http://s3-media3.fl.yelpcdn.com/bphoto/KH1Dk7IubaLGt1c_-TeIIA/l.jpg
Entro al bazar
a comprar unos platos. Encuentro unos
grandes, amarillos, preciosos. 29 $ c/u.
Llamo a un joven para corroborar el precio, porque me parecen muy
baratos. El joven lo confirma.
Agarro 12
platos y me formo en la línea de cajas.
Mientras espero mi turno, me adelanto hasta la Caja y le pregunto a una
empleada que está allí mismo, atendiendo algún asunto: “Disculpe señorita ¿cuál
es el precio de estos platos?” “29 $”,
me dice ella.
Ya
confiado, espero en fila. Mi turno
llega. La señorita me hace la factura,
le pago, y cuando ya tengo mis platos en mi poder, e incluso el ticket, aparece
una tercera que dice que el precio correcto de los platos es 49 $ c/u. Yo me quejo: no puede ser que haya preguntado
dos veces, que me hayan cobrado, y ahora, habiendo llegado a este punto, resulta
que el precio está mal. La señorita se
disculpa y dice que me va a tener que cobrar la diferencia. Yo le digo que entiendo (al fin y al cabo,
siempre me pareció que estaban muy baratos para ser cierto) pero que, en virtud
de todo lo que yo hice para corroborar el precio, y el inconveniente que me
están causando (aparte de que tengo que pagar más, debo esperar a que re-facturen)
podrían tener el detalle de hacerme un descuento.
“No podemos
señor”, me dice ella, “nosotros respetamos los precios”.
Anforama,
Centro Histórico, México DF, noviembre 2014
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