Caminando
por las calles, más de una vez escuché a amigos exclamar “qué horror” cuando
ven una de estas plantas artificiales en la entrada de un edificio de
departamentos. Debo confesar que personalmente
me hacen muy feliz: me recuerdan cuando, de niño, veraneábamos en un departamento
cuyo hall de entrada estaba lleno de estas plantas frente a un espejo,
iluminadas desde abajo por una luz verde esmeralda. Entonces jamás me pregunté si eran naturales
o no. Sólo recuerdo que al salir o al
llegar podía verme en aquel espejo, a través del follaje incandescente, y
sentir que a partir de esas vacaciones sólo había una inmensidad inimaginable
de futuro.
Alicante,
España, junio 2015 / Mar del Plata, circa 1980
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