En Buenos
Aires, en el año 1993, me robaron el auto que me prestó mi madre. Lo había dejado estacionado en la calle y,
cuando regresé, fue difícil determinar exactamente dónde (porque no
estaba). Estuve un buen rato examinando
cuáles podían ser los lugares exactos de dónde se lo habían llevado (¡como si
importara! aquello fue un pasatiempo en la esperanza de despertar de una
pesadilla que no lo era).
Esta
señalización hubiera ayudado mucho en aquel entonces. No sé a qué, pero me dio la sensación de que
sí.
Dallas TX,
julio 2015
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