Me alegra de sobremanera ver una casa cuyo
frente está cercado por una reja inofensiva.
La reja se vuelve una caricia más que un límite. La declaración amable de dónde empiezan los
derechos de los demás y donde acaban los propios, pero no como un artículo del
código civil, sino como un paso de danza o un pentagrama musical.
Saladas, Corrientes, enero 2016
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