De paseo
por la Ciudad de Bella Vista, ingreso en varias panaderías preguntando si
tienen “rosca de reyes”. Es 5 de enero,
la víspera de Reyes, con lo cual mi pedido no debería sonar ilógico. Sin embargo, parece que sí lo es. No porque esté fuera de época, sino porque
los jóvenes empleados de las panaderías parecen no saber qué es una rosca de
reyes (ni siquiera saben qué es una rosca).
A pesar de mis esfuerzos para describir una rosca en el contexto de una
panadería, me miran como si estuviera describiendo el circuito eléctrico de un
auto Tesla, y esa actitud realmente no me conmueve. Quizá ellos se criaron en los años 90’s, o
después, donde Santa Claus (Papá Noel) copó la movida del regalismo infantil
desmesurado, y no les tocó una abuela que les hiciera una rosca casera, o que
comprara una de esas que venían decoradas con huevo duro. Lo cierto es que me enoja tener que
explicarle a una persona de Argentina qué es una rosca de reyes, pues no es una
costumbre que aprendí en México (en México aprendí que adentro de la rosca viene
un muñequito del “Niño Dios”, y al que le toca ese muñequito en su porción,
debe hacer tamales para el Día de la Candelaria -pero eso es otra historia-).
Cuando me doy por vencido, en el proceso de abandonar la panadería totalmente
frustrado, un señor que está allí sentado, tomándose un café, me pregunta si
soy de Buenos Aires. Lo odio. Ahora resulta que porque la retardada de la
panadería no vio una rosca en su puta vida, me va a tratar a mí de porteño
insoportable.
Bella Vista,
Corrientes / Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires / Centro Histórico,
Ciudad de México, 5 de enero 2016