Antaño tenía cierta renuencia a dejar marcas de
escritura, rayones o subrayados sobre un libro, sobre todo si no era de estudio. Luego descubrí que leer un libro sin
subrayarlo es como no haberlo leído jamás. Las marcas hacen incluso más creíble
para mí el hecho de haberlo leído. Llevo
años de encontrarme con libros que sé haber leído y los miro, los repaso, o los
vuelvo a leer completos y no encuentro en ellos ningún recuerdo. Si cuando
menos encontrara las marcas, las reconocería como propias, y debería atenerme a
la evidencia.
(un ejemplo: 12 pruebas de la inexistencia de Dios (Sebastián
Faure))
2014
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