Fui a la farmacia a comprar una caja de medicamento (para dolor bucal y faríngeo), llevando conmigo la caja de comprimidos vieja, vacía.
Al salir tiré el envase de los comprimidos viejos, para que no abultase, en uno de esos cestos de plástico que generosamente ha instalado el gobierno comunal en todas las esquinas. Pero no sé por qué cosas de la vida, al llegar a casa no encontraba los comprimidos por ningún lado. Revisé en mis bolsillos y supuse que se habrían filtrado por algún agujero, pero no. Desandé entonces el trayecto, mirando calzadas y aceras… y lo único que me quedaba era el cesto de plástico. Allá por el fooooooooondo divisé uno de los comprimidos. Entonces, cual pordiosero, metí el brazo hasta la axila y empecé a hacer digitaciones inteligentes y reiteradas para rescatarlo. Al final, ante las poco disimuladas miradas atónitas de los que estaban esperando el colectivo, logré reunirme con lo inexplicablemente botado. Habrán pensado: “un cartonero bien vestido, de anteojos y con celular al cinto ¡revolviendo denodadamente el tacho!”.
Mi éxito en la búsqueda fue el premio por ser ciuidadano ejemplar.
Eduardo Buenader, 26 de diciembre de 2005
1 comentario:
realmente no podría imaginarlo
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