El niño lloró todo el vuelo de México a Buenos Aires. Exactamente 9 horas. Todo el dinero que yo había gastado de más para poder hacer un vuelo sin escalas estaba desperdiciado y yo, desvelado. Cuando por fin aterrizamos, el niño se calló. Mientras bajábamos del avión me entretuve pensando en 101 maneras creativas de matar a esa criatura con una bolsa de plástico.
Mexicana de Aviación, vuelo México-Buenos Aires, mayo 2007
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