El performance acababa de concluir. Uno de los asistentes se paró enojadísimo y los acusó ante el público presente: aquello era un desastre, una payasada, dijo, y le habían hecho perder su tiempo. Los acusó de “bajeza intelectual”.
Uno de los performanceros replicó:
- OK, güey, pero tampoco está chido que te enojes...
Armando Miguélez, México DF, 2005
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