Todas las mañanas a las 8 AM mis vecinos de la planta baja ponen reggaetón A TODO VOLUMEN. Supongo que él para darse ánimo para ir al trabajo y ella para soportar la resignación de quedarse en casa a hacer los quehaceres (lavar, planchar, cuidar a la niña…). Aunque odio el reggaetón, todo este tiempo lo he soportado. Pero no sé por cuánto tiempo más. Ella se aprendió las canciones y las canta a los gritos: su voz retumba en el hueco de aire y luz y se mete por mi ventana. Ya no la soporto. Pienso en los habitantes de Buenos Aires sufriendo las invasiones inglesas de 1906 mientras llenaban los calderos de aceite hirviendo y se lo arrojaban a los soldados enemigos desde los balcones. Pienso en ellos y en el placer del caldero inclinándose entre mis manos, cayendo sobre mi vecina de la planta baja mientras canta “Perdona mi amor yo no pude evitarlo, fue esa persona quien quiso hacer daño” (“Perdóname amor”, Danny Daniel, 2008 – Salsa Sonidera).
México DF, enero 2009
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