2009-06-18



Había una joven utilizando la bicicleta fija en el gimnasio. Mientras ejercitaba, leía un libro. Una señora que por allí pasaba reconoció a la chica, se saludaron y acordaron ir a caminar por la costa en cuanto la joven terminara su sesión en el gimnasio. En vista de que el plan ya estaba armado, la chica intentó volver a su libro. La señora retrocedió y le dijo: “No te apures, cuando termines”. “Sí, claro”, dijo la chica. La señora volvió y aclaró: “Tómate tu tiempo”. “Sí, por supuesto”, confirmó ella. La señora amagó irse y volvió por lo menos 8 veces más. Una vez dijo: “No hay apuro”. Otra vez dijo: “Tranquila que yo me entretengo mientras tanto”. Luego: “Yo allí estaré, no te preocupes”. Y así sucesivamente. La muchacha no hacía más que verse interrumpida en su intento de ejercitar en la bicicleta mientras leía el libro. La señora exploraba una forma de apurar a alguien por medio de la repetición de frases que indican todo lo contrario.

Gimnasio del Sheraton Hotel, San Juan, Puerto Rico, abril 2009

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