Fuimos a ver el examen de piano del hijo de una amiga. Él, junto con otros 14 niños de distintas edades, se sentaban a ejecutar breves piezas que el maestro calificaba; durante la semana comunicaría los resultados. La primera en tocar fue una niña dubitativa, que se equivocó de manera repetida, y con miedo se dirigió al profesor, con la voz quebrada: “maestro, no puedo”. ¡Casi me pongo a llorar! Me di cuenta de que no estoy listo para tener niños, ni para ir a eventos escolares ni nada por el estilo. Si fuera padre, sería un caso patético: avergonzaría a mis hijos.
Escuela Yamaha, Mexico DF, agosto 2009
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