2009-10-05



Un verano en Mar del Plata, a mediados de los años ’80, cada noche se paraba en la calle, a las 9:30 PM, una banda de tambores y trompetas a entonar distintas melodías por espacio de media hora: ‘Los santos vienen marchando’, ‘Te llevo bajo mi piel’, entre otras. Todos los vecinos y veraneantes salían a sus balcones a escuchar, aplaudir, bailar, o simplemente sonreír. La primera vez fue una gran sorpresa. Luego se transformó en algo diario y todos decían “ahí está la banda”, y corrían al balcón. Lo extraño fue, creo yo, que nadie se preguntó nunca para quién tocaba esa banda, por qué venía siempre al mismo lugar, quién les había pagado. Su ubicación era bastante insólita: en la vereda, casi a mitad de cuadra, frente a un edificio común. En la misma cuadra estaba el hotel de Luz y Fuerza, pero ellos no se acomodaban en la vereda del hotel, ni siquiera enfrente: estaban bajo un edificio de departamentos, apuntando hacia la verdulería.

Nunca volvimos a hablar del tema con mis padres ni con mis abuelos, con quienes solía veranear entonces. La banda vino solamente ese año y nadie supo por qué.

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