Sus amigos, entorpecidamente heterosexuales, contra su voluntad lo arrastraron hasta un bar irlandés en el Microcentro de Buenos Aires. Actuaban como adolescentes saliendo de un partido de fútbol, barulleros, a los empujones, diciéndole a las chicas cosas que ni se distinguían.
Uno de ellos lo golpeó en el hombro y le señaló a una pechugona:
-¡Mirá qué tetas!
El muchacho dijo:
- Sí, la verdad.
El otro se lo quedó mirando.
Hoy, escuchando su relato, puedo entender perfectamente al hormonado heterosexual en happy hour: no era la respuesta que esperaba de otro hombre frente a la presencia de semejantes tetas.
- ¿Qué clase de comentario fue ése? – le pregunté, tratando de entender por qué lo había hecho.
- No me interesan las tetas – dijo -. Mi respuesta fue simplemente una postura científica.
Buenos Aires, junio 2010
No hay comentarios.:
Publicar un comentario