Un amigo me
comparte su “natilla Roly”. Dice que es
un dulce que le hace recordar cariñosamente su infancia. Yo la pruebo y le digo que no me resulta un
sabor sofisticado. “Yo no dije que fuera
sofisticado”, me reclama, “es un pinche flanecito de 7 pesos. No necesitaba tu crítica culinaria, ¿por qué
tratas de arruinar mi recuerdo de la infancia?”
México DF,
abril 2013
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