Miro la
vidriera de una panadería. En estas
vísperas de Pascua, no puedo creer que estén cobrando tanto por unos huevitos
de chocolate. No pesan ni 100 gramos, no son de chocolate de marca, y salen más
de 100 pesos. Mientras pienso cómo hacen los padres para consentir a sus pobres
niños para que no se quede sin su huevo, la puerta de la panadería se abre
violentamente y sale una señora arrastrando a un su hijo (supongo) del brazo,
mientras exclama:
- “así te lo
digo: yo mañana me dedico a hacer huevos”.
Buenos
Aires, abril 2014
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