El crucero estaba lleno de gente de la tercera (y hasta cuarta) edad. Algunos habían bromeado diciendo que parecía “Cocoon”. Un joven músico compuso una canción diciendo que se encontraba en “Jurassic Park”.
Una mañana,
en el populoso gimnasio del crucero, una señora mayor llegó muy presurosa y
ocupó una bicicleta que acababa de liberarse.
En lugar de comenzar a hacer ejercicio, la señora simplemente permaneció
sentada. Varios segundos después, muy
lentamente caminando con un bastón, llegó un anciano. Entonces ella se bajó de la bicicleta y le
cedió su lugar: lo ayudó a subirse, le sostuvo el bastón y llamó al entrenador
para que le explicara cómo funcionaba la bicicleta. Mientras el joven ajustaba los controles y
hablaba con el señor, la señora le acomodaba la parte trasera de su camiseta
que se había desaliñado en el esfuerzo de subir al aparato.
Yo pensé
mejor en “El crucero del amor”.
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