Una señora argentina está pagando su compra en una
tienda de souvenirs. Su hijo pequeño está pidiéndole algo mientras ella realiza
el pago. Alterada, ella le grita: “¡¿me
podés esperar un poquito?!”.
El señor que le está cobrando le dice: “sí, por
supuesto”.
La mujer lo mira: no entiende cómo pudo pensar que se
lo estaba diciendo a él.
Yo también lo miro: entiendo que este señor está
acostumbrado a los maltratos de las señoras argentinas.
Puerto de Santa Cruz de Tenerife, España, diciembre
2015
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