EVITE EL EXCESO
"Un trago no va a hacerme nada", me dije.
"No hay nada como una buena copa", pensé.
Pero algo extraño comenzó a operar en mí.
Sentí como que los músculos de mi cara se contraían.
Intentaba abrir los ojos ¡y no podía!
La única orden que mi cuerpo atendía era la de "no soltar el vaso".
La mano iba hacia mi boca, como poseída, y yo luchaba por no sucumbir otra vez.
"¡No puede ser! Qué me está sucediendo???"
"Oh, Dios, ¡¡¡mi cabeza!!!"
La única forma de sacar esto de mi cuerpo sería... meando!
El espíritu adivinó mis intenciones: y fuertemente me dobló hacia atrás, para que no pudiera caminar hasta el baño.
Vi algo sobre la mesa. Una idea genial iluminó mi mente. Comencé a arrastrarme, intentando alcanzarlo.
Mear no era el único antídoto. También podía tomar mate... y llorar.