Entré al salón y pregunté quién era Dolores Menéndez(*).
- La que está allá – me dijo un muchacho muy amablemente y señaló al otro lado del salón.
En la otra punta había dos mujeres, muy diferentes. Quería preguntar ¿cuál de ellas? Pero sólo se me venían a la cabeza una catrallada de preguntas políticamente incorrectas como: ¿la gorda o la flaca? ¿la blanca o la negra? ¿la linda o la fea? No pude preguntar nada. Dolores Menéndez escuchó su nombre y ella misma terminó acercándose a mí.
Horas más tarde le platiqué a un amigo sobre este problema en la denominación dicotómica que debía evitarse porque siempre moría en una posición políticamente incorrecta. Él concluyó:
- No es para tanto. Podrías haber preguntado “¿la de la izquierda o la de la derecha?”
Me quedé callado. Reflexioné.
(*) nombre ficticio
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