Yo vivía en el piso 26. Mi amigo en el piso 22. Él tenía internet. Yo no. Para no molestarlo y porque tenía que consultar urgentemente mi correo electrónico, bajé hasta la puerta de su departamento, me senté enfrente, abrí mi laptop, consulté el correo. Mientras lo estaba haciendo, una persona salió de un departamento, nos saludamos (sin conocernos) y se metió al elevador. Un minuto después, el vigilante de la entrada del edificio apareció. Se tranquilizó al reconocerme. Dijo que una persona le había reportado que, en su piso, había una persona en actitud sospechosa.
El mismo día, horas más tarde, caminando por la calle, un chico y una chica muy rubios y con dos sonrisas exageradamente grandes, se interponían en mi camino con una especie de actitud semi-cómica, semi-amigable, tratando de capturar mi atención pues querían hablarme de un programa de tratamiento del agua para salvar a unas especies acuáticas del lago. Sus gestos y su excesiva amigabilidad me dieron miedo. ESO es lo que yo considero una “actitud sospechosa”.
Michigan Ave, Magnificent Mile, Chicago, IL, mayo 2009
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