Foto:
Máximo González
Estamos de
vacaciones en una casa en la playa, adonde varias personas hemos sido invitadas
por el anfitrión. Durante el desayuno, una de las invitadas pide huevos
divorciados y, diciendo que está muy rico, me ofrece probar.
- Gracias –
le digo -. Come tú.
- Pero es
mucho para mí. De aquí podemos comer los dos.
- No te preocupes
– insisto -. Come tú todo lo que puedas y, ya que no quieras más, me das a mí
lo que quede.
- Como los
animales – dice ella.
Pienso y
toda la infancia se me desmorona. Es
cierto, hemos sido criados como animales.
Careyes,
Jalisco, México, enero 2014
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