Estamos en un hotelito en Pie de la Cuesta. Son las 4 de la mañana y el perrito de la dueña, que está atado a una palmera justo debajo de la ventana de nuestro cuarto, no ha parado de ladrar en toda la noche.
- Au, au… au! – hace -. Au, au… au!
Siempre igual: dos y uno, dos y uno…
Ya no sabemos si levantarnos e ir a quejarnos con la dueña (que quién sabe dónde duerme) o echarle un balde de agua al perro o sencillamente matarlo.
De repente, como un milagro, como si el mundo hubiese dejado de girar, se produce el silencio supremo. Tan sublime que ni el rugir del mar se oye.
Entonces otro perro ladra en la distancia, como a 500 metros por lo menos, con languidez casual, sólo una vez:
- Wof.
Y el perrito debajo de nuestra ventana comienza otra vez a ladrar, sin parar, hasta las 6:
- Au, au… au! – hace -. Au, au… au!
Hotel-Restaurant Yopes, Pie de la Cuesta, Guerrero, 2007
We are at a little hotel in Pie de la Cuesta. It’s 4 o’clock in the morning and the hotel owner’s little dog, that is tied to a palm tree right under our room window, hasn’t stopped barking all night.
- Au, au… au! – barks -. Au, au… au!
Always the same: two and one, two and one…
We just don’t know if getting up and go to complain to the owner (who knows where she sleeps) or throwing a bucket of water to the dog or simply killing it.
Suddenly, like a miracle, as if the world had stopped going round, a supreme silence takes place. So sublime that not even the roar of the sea is heard.
Then another dog barks in the distance, about 500 meters at least, with accidental listlessness, just once:
- Wof.
And the little dog under our window begins to bark again, without stopping until 6 am:
- Au, au… au! – barks -. Au, au… au!
Hotel-Restaurant Yopes, Pie de la Cuesta, Guerrero, 2007