Él me platicaba sobre una pantalla modernísima que había diseñado, que funcionaba en diferentes planos de profundidad. Yo le comentaba que me gustaba mucho su diseño, y que ya lo había visto funcionar en alguna ocasión.
“Pero ahora encontré un software que me permite elegir en qué plano se proyecta cada imagen” – me dijo, entusiasmado.
“Qué padre” – dije yo –. “¿Y ese software, es comprado?”
“No. Es así” – me respondió él.
Gonzalo Albarrán, agosto 15, 2009