Mi amiga me contó lo siguiente:
Una famosa escultora se enteró de que una de sus obras estaba siendo usada en el logo de un museo. Habló por teléfono con la institución y les dijo que, ya que iban a utilizar su imagen, por lo menos le compraran dicha pieza, que ya había estado en poder del museo durante muchos años. El museo accedió a comprarle la pieza. Tiempo después, durante una revisión administrativa, se descubrió que la escultura ya era propiedad del museo desde hacía 30 años, debido a que había sido galardonada con un premio adquisición y, de esta manera, formaba parte del acervo del museo.