2007-07-20



Eran un joven y una señora.  Estaban en el metro.  Hablaban indígena.
- Juana vichi yana vichi - decía ella.
Qué interesante, pensé.
- Juana vichi yana vichi - repitió.
Siempre, en un idioma desconocido, parece que la gente dice algo interesante.
Ellos tenían ropa típica, colores vivos, indumentaria cómoda. ¿De qué pueblo perdido vendrían?
El joven se deja convencer por la señora.  Abre su morral y saca una Coca-Cola de 600 ml, empezada, y se la muestra.
Ella insiste:
- ¡Tojuana vivi vichi!
Hasta que él saca otra botella igual, con un poco más de líquido.  Ella sonríe y se la arrebata de las manos.
Los dos beben; cada uno de la suya.

México DF, mayo 2007


Sin título, 2008, Haydeé Rovirosa,
arte güichol sobre botella de Coca-Cola


Un muchacho joven, con el torso musculoso, delgado, vestido muy cool, pero sin piernas, pasó a toda velocidad junto a mí, sobre una patineta (skateboard) por los pasillos del metro.

Dos estaciones más allá se vino esta imagen a mi cabeza, e hice conciente aquello que había visto.

Me preocupé mucho por la insensibilidad que la ciudad estaba creando en mí.


Su olor a orín llegó mucho antes que él.

Me dijo: "qué onda, güero".

Intentó hacer el saludo ese de acariciarme la palma y luego chocar los puños.

Fingí no entender.

Después me pidió 5 pesos.

Después insistió.

3 palabras me taladraban el cerebro recurrentemente: "bajo ninguna circunstancia".



"Hacer literatura con literatura es asfixiante"

Samuel Bossini, junio 2007


Las estrellas fugaces son las más lindas, porque sabes que no van a estar ahí para siempre.

Eso mismo le pasa a los que hacen música... Una canción big hit puede transformarlos en una estrella fugaz.

Pero eso no le pasa a los poetas. Los poetas la hacen o no la hacen. No hay estrellas fugaces.


Nunca te han insultado

hasta que te insultan en alemán

de alguna película de Hollywood



Junto a mí conversaban dos señoras, y decían que a la chica "le había dado el surmenage".

Recordé entonces todas las historias que de niño mi mamá y algunas amigas (más grandes que yo) me habían contado sobre el dichoso surmenage.

Ahora a todo el mundo le da por la 'depresión' y la 'ansiedad'.

Creo que el surmenage sonaba mucho más lindo; tenía estilo.

Hay que volver a ponerlo de moda.



Un día en mi camino a la oficina, mientras salía del metro, me las crucé.
No quise ni imaginar qué deprimente pudo haber sido su momento.
Ellas, abrazadas como su último recurso, recién acabadas de salir del llanto.
De fondo sonaba el organillero (desafinado como siempre) y mucho más allá, un auto de juguete con sirena propulsado por un globo. El cielo, clara a punto de lluvia.
Iban a refugiarse al metro.

México DF, junio 2007

2007-07-19



Siempre me pregunté cómo hacían para guardar esos barquitos en las botellas.
Hasta que vi la película "El buen pastor" (dirigida por Robert de Niro, protagonizada por Matt Damon) y entendí cómo está el asunto.
Le platiqué del secreto a un compañero en el trabajo y me dijo sorprendido:
"¿No lo hacen con hormigas entrenadas?"
Luego se lo platiqué a una chava, y ella dijo con desilusión:
"Siempre creí que era un ejército de hadas".

México DF, junio 2007





Soñé toda la noche conmigo, como si fuera un fósforo que puede apagarse antes de llegar a consumirse.

Me angustiaba saber que tarde o temprano habría de extinguirme.

Me consolaba saber que, aún cuando el fuego se apagara, quedaría un pedacito de madera incandescente.

México DF, julio 2007



Cierra las puertas a la intolerancia, no a quienes huyen de ella.

Metro Línea Rosa, México DF, junio 2007


Ya había visto a los fakires en el metro.

Pero esta vez fue una experiencia mucho más allá.

Sus cuerpos estaban llenos de cicatrices, de todos los tamaños y antigüedades, desde el queloide aberrante hasta la cortadura supurando en vivo, que atemorizaba a todo aquel junto a quien pasaba y que ahí mismo se hacía más grande, mientras el chavo trataba de quebrar, con su codo desnudo, una botellita de Coca-Cola envuelta en su playera.

Lo más impresionante del espectáculo fue el hedor rancio que emanaba de sus cuerpos, atravezando todo el vagón, superando cualquier destreza, cualquier herida sangrante, cualquier amenza a la salud.

México DF, junio 2007



En el consultorio, mientras la doctora me entrevistaba, mis ojos se entretenían todo el tiempo con un objeto verde y dorado sobre la pared. Así fue durante las 3 primeras sesiones. Siempre que yo hablaba lo hacía repartiendo mi mirada entre ella y el objeto.
En la 4ta visita, cuando ella se levantó a buscar mis pastillas, advertí que se trataba de un cartel de metal verde, con letras doradas, sólidas, contundentes, que rezaba: "1ra vez: 300$, 2da vez: 250$"

México DF, 7 de julio 2007

Sí, la historia de la chica patinadora en 'Castillos de hielo' se me hace muy trágica. Pero hay que reconocer que es una tragedia con mucho estilo:

ella era la estrella de la noche y, en un ataque de ansiedad, se cayó en la pista de hielo, durante un cocktail (en su honor) en el Rockefeller Center de New York (muy distinto a hacer un berrinche en una kermese de la Venustiano Carranza y terminar cayendo entre el puesto de tlacoyos y el de garnachas).




"Hagámonos la guerrilla interior

para parir un hombre nuevo"

Roberto Matta - 1972