2010-02-15

Tratado sobre especialización en funciones en Montevideo

En mi reciente viaje a Montevideo, Uruguay, durante 3 días, tuve una serie de experiencias inéditas para mí, en las cuales veía cómo varias personas hacían una tarea que, en la contemporaneidad de los países occidentales, son realizadas por una sola o en su defecto por una máquina.

Caso de estudio #1: el cajero automático

En la calle pregunto por un cajero automático. Me señalan un local. Yo quiero un cajero, nada más, pero me dicen que allí es lo mismo. “Red Pagos / Red Brou”, dice el cartel. Entro. Hay un cajero. Hago la extracción. Me da un papel pero no me da dinero. Me da un ataque de pánico. Miro a mi alrededor, buscando ayuda. Me explican que, con el ticket que me dio el cajero, debo ir a una ventanilla para que una persona me dé el dinero que el cajero automático ya me descontó. Me formo en la ventanilla. Llega mi turno, entrego el ticket. Me dan un ticket distinto. “¿Y el dinero?”, pregunto. “Su cuenta está en moneda extranjera”, me dice el cajero-persona. “Este ticket que yo le doy es para que se lo cambien a pesos uruguayos… en esa ventanilla”. Me formo por tercera vez. Espero. Me atienden. Al fin me voy con mi dinero.




Caso de estudio #2: el celular

Quiero un celular montevideano (un chip, en realidad, teléfono ya tengo). Entro a una tienda de “Claro”. La chica me dice “acá vendemos el aparato, no el chip”. Me manda a un kiosco de revistas y periódicos. Ahí me venden el chip. “Quiero cargarle crédito”, le digo. “Aquí no”, me responde. Y me manda a un kiosco de golosinas. En el kiosco de golosinas le pregunto a la señora: “¿cuánto tiempo puedo hablar con 200 pesos?”. “Depende cuánto hables”, dice ella.




Caso de estudio #3: el restaurant vegetariano
En el restaurant vegetariano hay 2 modalidades: buffet (“tenedor libre”) y comida por kilo. Elijo comida por kilo. En esa modalidad, debo formarme para que me den un plato de papel. Lo consigo. Voy a la barra, me sirvo, y me formo otra vez para que lo pesen. “Pague allá”, me dice el empleado luego de pesarlo, señalándome la Caja, y me da un ticket que dice 82 pesos. “¿Y la bebida?”, pregunto. “Pídala en Caja”. Me formo en la Caja. Antes de pagar, digo “quiero una coca light”. Llama a una empleada. La empleada me da la coca. Me cobran. Regreso con el ticket de pago al lugar donde pesaron mi plato. Entrego el ticket. Este empleado llama a una mesera. Ella toma el plato y, cargándolo en sus manos, me escolta hasta mi mesa (supongo que para evitar que intente servirme algo más en el camino).




Caso de estudio #4: el baño para clientes

Estoy tomando una cerveza en un bar, sentado en una mesa en la vereda, en Parque Rodó. Me dan ganas de ir al baño. Entro al local. Me indican que el baño está “saliendo, a la izquierda, a unos 30 metros”. Llego a una puerta que, a simple vista, no tiene ninguna relación con el bar. Hay un cartel que dice “Baño para uso exclusivo clientes”. Hay un timbre. Toco el timbre. Me atiende una voz que pregunta “¿Número de mesa?”. ¡Yo no sé cuál es mi mesa! Vuelvo a mi mesa buscando al mozo, que no lo veo por ningún lado, ¡me muero de las ganas de mear! Entonces advierto que la mesa tiene escrito, con Liquid Paper, en una orilla, el número 62. Regreso al baño y, ahora con la palabra secreta, suena una chicharra y empujo la puerta para entrar.




Caso de estudio #5: el colectivo

En la ciudad de Buenos Aires es un dolor de cabeza utilizar los autobuses urbanos. Si uno no tiene monedas, no puede pagar el pasaje. Ante la sospecha de que en Montevideo la situación sea similar, pregunto a un señor en la calle. “¿El colectivo se puede pagar con billetes? ¿O necesariamente tengo que subir con monedas?”. Él me dice que puedo pagar con billetes. Qué bueno, pienso para mis adentros, ¡por lo menos aquí llegó la tecnología! El colectivo llega, subo, y advierto que no hay máquina: hay un señor que maneja y otro que cobra.




Caso de estudio #6: el taxi

En varias oportunidades intenté parar un taxi en la calle. No te hacen caso. Un día uno paró y me dijo que hablara al 141, que ahí te mandan un taxi adonde estés. La situación me violentó: ¿por qué tengo que tener un celular, o ir a un teléfono público, para tomar un taxi que por su naturaleza ES TAXI, NO REMIS, y debe andar por la calle recogiendo pasajeros? Con mucho trabajo, uno decidió llevarnos.
Al día siguiente nos paramos en una esquina sobre Av. 18 de Julio. Otra vez la misma situación: los pocos taxis que pasan vacíos, no nos hacen caso. Entonces aparece un señor con un palo envuelto en una franela roja, con un look muy parecido al de un viejo que se para en la esquina de nuestro hotel. Nos pregunta si queremos que nos consiga un taxi. “Por favor”, le digo. No pasa ni siquiera medio minuto: un taxi pasa, él extiende su brazo y el palo con la franela roja como extensión de éste, y el taxi se detiene. Conclusión: para tomar un taxi se necesita alguien que te lo pida por teléfono o alguien que te lo pare.





Caso de estudio #7: la feria hippie

Vamos a una feria hippie. Hay artesanías varias y bijouterie. Mi mamá compra una cadenita con un hermoso dije para mi hermana. Quiere pagar. Nos mandan a la “Caja”. ¿Desde cuándo un hippie implementa el principio administrativo de la separación de funciones?`


Montevideo, febrero 2010


Mi amigo entra al locutorio Internet. Pide una máquina. “La número 3”, le dice el encargado. Mi amigo se sienta allí. Ahora olvidémonos de que el monitor está sucio, es viejísimo, y probablemente el primer monitor color que se vendió en Latinoamérica. Visualicemos esto: la imagen temblequea, y uno de los tubos ha de estar quemado porque la pantalla se ve toda verde. Mi amigo le dice: “se ve para el carajo”. El encargado se acerca y mira el monitor. Personalmente creo que no cabe duda del problema ni del requerimiento de mi amigo, pero el encargado se ve que tiene sus dudas porque le pregunta: “¿querés que te lo cambie?”.
Montevideo, febrero 2010


Analizando todos estos compromisos sociales que las familias se inventan, a lo largo de la vida entendí que la fiesta de 15 (o “quinceañera”) es la presentación en sociedad de la “señorita”. El matrimonio, es la presentación en sociedad de la pareja como esposos, como familia. Luego está la presentación del niñito de 3 años (que sólo existe en México, hasta donde sé) y el bautismo (o “bautizo”): la presentación del niño que acaba de recibir a Dios.

El otro día llegué a mi casa y mis vecinos estaban teniendo un baby shower. No pude evitar preguntarme: “¿es esto la presentación en sociedad del feto?”

México DF, enero 2010


En la esquina de Tacuba y Motolínea, diariamente, se pone una banda de músicos que atrae a un sinfín de gente. No son buenos ni están guapos, pero están justo a la salida del Metro Allende y sobre una calle muy transitada, por lo cual, si la gente no va muy apurada o son gente que está al pedo, se juntan con facilidad. Paso por allí con frecuencia, y sortear la aglomeración puede ser un poco molesto. Los que no se deciden a pararse, comienzan a caminar a 0.0005 km/h y pisarle los talones, u olerles el gel capilar, me desespera.
Hubo un día que la aglomeración fue total. Imposibilidad de avanzar. Pienso “capaz que cambió el grupo”. Pero no. Me aproximo cuanto puedo y veo un centenar de rostros en éxtasis, observando a una homeless que, en trance total, baila, a ritmo tai-chi, “Imagine (all the people…)”

México DF, enero 2010


El tramo de la peatonal Motolínea, que va de Tacuba a 5 de Mayo, en el Centro Histórico, es el lugar donde se localizan la mayoría de las tiendas del ramo “óptica”. Cada vez que paso, me asaltan los volanteros preguntándome que busco, tratando de llenarme de papeles que no quiero, al tiempo que dicen: “qué buscaba? Micas? Lentes? Reparaciones? “. Normalmente, estos “llamadores” nunca usan lentes. Sólo una vez me tocó uno que sí traía. Lo miré con incredulidad mientras me repetía “micas, lentes, reparaciones” porque era el único que estaba bizco.

México DF, enero 2010


Siempre supe que es difícil escoger un regalo para una mujer pero, en algún punto, hay que hacer regalos y por algo hay que decidirse. Mi madrastra tiene una tienda de ropa onda “hindú”. Así que decidí regalarle una prenda que a mí me gusta mucho: un Rákuri, prenda poética de Raquel Olvera, a la cual se parecen mucho los actuales ponchos de Pineda Covalín.

Llego a su local de ropa y le entrego la prenda, finamente embalada. Ella la abre con cuidado, con una sonrisa sospechosa y la extiende. La observa muy poco. Casi en un susurro dice: “Ay qué lindo…” y de inmediato gira su cabeza para dirigirse a su empleada y sentencia, delante de mí: “Marce, esto te va a encantar a vos…”

Buenos Aires, mayo 2007


Somos 8 personas sentadas a la mesa del bar, 5 de ellas se dedican a la danza. Mi amiga (que no baila) se está expresando sobre una exhibición/concurso de danza contemporánea que otra de las chicas de la mesa acaba de ir a ver esa misma tarde; pero ella no la acompañó. Mi amiga dice que el espectáculo fue mediocre, que si eso es lo que los bailarines y coreógrafos mexicanos tienen para mostrar en cuanto a danza contemporánea, la cosa está bastante “de la verga”.

- ¿Tan así te pareció? – pregunta uno.
- Bueno, yo en realidad no lo vi, pero mi amiga sí – y la señala junto a ella -, y yo creo que ella tiene el criterio suficiente…
- A mí no me pareció tan mal – interfiere uno -. Yo era uno de los jurados y puedo decirte…

Mi amiga lo corta en seco:

- No me interrumpas.

Y continúa su exposición.
Bar Black Horse, Col. Condesa, México DF, septiembre 2009


Mi amiga participó en un evento de recitación de poesía. Una de las reglas era que los concursantes no podían valerse de recursos adicionales más allá de su propio cuerpo: no disfraces, no música, no instrumentos, etc. Mi amiga es muy buena recitadora (parte de ello es que tiene formación y experiencia como actriz). Estaba muy emocionada porque llegó a cuartos de final. Se fue a la peluquería, se hizo maquillar y se puso su mejor vestido para impresionar al público. Amargada, me cuenta que la descalificaron por disfrazada.

“No me sorprende”, le digo, “esos son todos unos hippies”.

Ella me mira con una sonrisa. Al fin encuentra alguien que la entiende.

Blanca Estela Roth, México DF, diciembre 2009


Estamos en la Facultad de Ingeniería de la UBA. Mi amiga vuelve de una entrevista laboral. No se ve muy animada. “¿Cómo te fue?”, le preguntan. Ella responde con una suerte de miedo y desconcierto. Dice que solamente le hicieron 3 preguntas y la descartaron. “¿Qué te preguntaron?”. Ella cuenta:

- Primero: ¿usted realmente necesita este trabajo?
- Le dijiste “sí”.
- Claro.
- ¿Y luego?
- Segundo: ¿estaría dispuesta a hacer lo que fuera para conseguirlo?
- Le dijiste “no”.
- Claro.
- ¿Y entonces?
- Tercero: en caso de que yo le diera este trabajo, ¿estaría dispuesta a hacer lo que fuera para conservarlo?
- También le dijiste “no”…
Buenos Aires, 1992


¡¡¡Qué nombre tan bonito para un pueblo!!!

Carretera Villa Hermosa-Campeche, México, diciembre 2009


Es ecoturismo porque no se matan en serio. “Hacen” como que se matan, pero en realidad se disparan cartuchos de pintura que duelen pero no tanto, dependiendo de dónde te los disparan. Está bien padre (me dijeron).
Campeche, México, diciembre 2009




Si fuera tan fácil y tan divertida creo que habría muchos más magos en la ciudad, no?
Colonia San Miguel Chapultepec, México DF, enero 2010


Yo no tenía idea de la existencia de una criatura conocida como “el pez más grande del mundo” llamada “tiburón ballena”.

Ahora: si no sabía ni que existía, ¿por qué voy a querer que una lancha me pase a buscar, viajemos dos horas de ida (y luego otras dos de regreso) para nadar con un bicho gigante que hasta hace 30 segundos ni siquiera estaba en mi radar de las cosas conocidas?

Isla Holbox, Quintana Roo, México, diciembre 2009


Pues con esta estrategia publicitaria, ya no va a ser secreto por mucho tiempo…
Ribera Maya, México, diciembre 2009


Denuncio: apología de la anorexia.
Cancún, Quintana Roo, México, diciembre 2009


Texto en cristal trasero de un auto
Isla Mujeres, Quintana Roo, México, diciembre 2009


Para eliminar cualquier subjetividad, sería bueno colocar un alcoholímetro. Y si me da positivo, que la llamen a La Gere, ella es mi amiga de toda la vida y me va a dejar entrar igual.

Campeche, México, diciembre 2009


Yo creo que en la iglesia deberían ser mucho más específicos respecto a qué sucede si uno deja al señor solo. Mi amiga una noche lo dejó solo y luego el cabrón le pegó bien feo…

Campeche, México, diciembre 2009


Debo aceptar que iluminados, y de noche, resultaban una decoración navideña mucho más fina.
Campeche, México, diciembre 2009


Caprichos artísticos de un pintor de banquetas.

Campeche, México, diciembre 2009


Confieso: fui víctima de hipnosis provocada por ventilador de techo.

Campeche, México, diciembre 2009


La iluminación moderna de algunos edificios del Centro Histórico (no sólo en Ciudad de México sino también en otras ciudades) se ve muy bonita desde el auto. En cambio, si uno camina por la banqueta, puede ser bastante enceguecedora. Se produce un fenómeno extraño: cruzarse con otros peatones sin siquiera poder verlos por el encandilamiento (salvo advertir las entrepiernas refulgentes).

México, diciembre 2009


Caprichos artísticos de un colocador de pisos de cerámica.

Campeche, México, diciembre 2009


La vecinita pensó en todos los detalles para su fiesta de Quinceañera.

Excepto que el DJ le quedó al centro de la fiesta y le robaría protagonismo.




Cuando la fiesta terminó, sacaron los residuos a la banqueta, para que los vecinos vieran qué fiestón se habían perdido…

Casa del Covadonga, Centro Histórico, México DF, octubre 2009


La chica le comenta a su amiga que lo más impresionante de su viaje por Europa fue Budapest. Habla del formidable emplazamiento de los edificios, todos ellos con impresionantes gárgolas, atlantes, y remates en las esquinas. La amiga le dice: “ok, pero ¿y la arquitectura qué?”.

La chica la mira, no está lista para responder esa pregunta.

México DF, octubre 2009