2009-07-31





El niño de 2 años, de visita con sus padres, le dice al niño de 5, hijo de la dueña de casa.

- ¡Mío! – y en su mano tiene un autito de juguete que pertenece a la colección del anfitrión.

El de 5 le sonríe y con didáctica paciencia preescolar le aclara:

- No; “mío” no: mío – y se señala él mismo -, porque está en mi casa, pero como yo soy bueno, te lo presto.

El de 2 lo mira con el ceño fruncido.

Nicolás Pascoe (5) y Lucas Álbez (2), México DF, 2009


Me encontraba en un bar, tomando un café, y me puse a mirar una antigua publicidad de Cinzano, quizá de los 70’s. Decía: “el interminable sabor del mundo”. Me puse a pensar en varias cosas, como ¿por qué decir que el mundo tiene un sabor? O ¿por qué ese sabor es ‘interminable’? ¿Será que en esa época todavía no se hablaba del agotamiento de los recursos naturales?

Calle Reconquista, Buenos Aires, mayo 2009


A raíz de la película uruguaya “La perrera” que recientemente habíamos visto juntos, él me comentó que en la época que había vivido en Córdoba, Argentina, había conocido mucha gente ‘colgada’ que vivía en comunidades pseudo-hippies. Algunos trabajaban poco, otros nada, otros tenía repartidas las responsabilidades del pan, los huevos, la miel… pero lo que era infaltable era que todos tenían su propia provisión o producción de porro. Eso sí que no podía faltar. Para ellos el porro era como la electricidad.

Yo manifesté mi incredulidad: ¿cómo se podía llegar a tal punto de no funcionar por una cosa como ésa?

Él me miró de soslayo y me dijo: “imagínate tú si tuvieras que trabajar sin Internet”.

Callé y pensé en esa pobre gente y la necesidad vital que tenían de porro.

Carretera México-Morelia, julio 2009



“Olivia salva el circo”, de Ian Falconer

Hay una serie de libros para niños que cuenta las aventuras de una chanchita muy simpática llamada Olivia. Uno de los pasajes más gloriosos de esta colección pertenece a la historia “Olivia salva el circo” en el cual Olivia cuenta a su maestra una sarta de peripecias totalmente inverosímiles que realizó en un circo.

- ¿Es cierto eso, Olivia? – le cuestiona la maestra.

- Lo recuerdo perfectamente – dice ella.

Su respuesta es maravillosa, digna de un habilidoso abogado o la inocencia pura de un niño. Ante un cuestionamiento sobre la verdad de su discurso, ella decide que no será acusada de mentir, y reduce la cuestión a una aseveración sobre su buena memoria.



“Ya revisaron y no traigo ningún tipo de contrabando, ni material explosivo ni subversivo, salvo algunos libros de poesía.”
Mario Vargas Llosa, sobre su detención en
el aeropuerto de Caracas, 29/05/2009





Sobre el piso del balcón del mirador ecoturístico de Janizio, en el lago de Pázcuaro, hay una decoración con esta serie de ‘pececitos’. A mí me parecieron un poco siniestros. Por las dudas, no me agaché sobre el barandal…
Janizio, Michoacán, México, julio 2009


No se trata solamente de que el edificio es ‘patrimonio nacional’ y no puede estar tan descuidado. Si le van a hacer reparaciones, que sean de estilo colonial, no al estilo Frank Gery.



Pázcuaro, Michoacán, México, julio 2009
VS
Bodegas Marqués de Riscal, La Rioja, España

Post relacionado:


Lo peor de un folleto de iglesia es que tenga “mala hostia”.

Morelia, Michoacán, julio 2009


Estábamos tomando un café en un bonito hotel. Entonces llegaron unos novios y comenzaron a fotografiarlos. Yo me sentí incómodo por el muchacho. El pobre no era muy alto y encima el fotógrafo lo hizo pararse del lado inferior de la barranca, pareciendo todavía más bajo que su novia (favorecida por los tacones y el peinado). Estuve a punto de acercarme al fotógrafo a señalarle su error de composición. Pero me contuve: yo no soy Spencer Tunick, ni Robert Mappletorpe; ni siquiera soy fotógrafo. Yo tenía puesto un short y unas chanclas horrendas, y encima estaba sacando fotos con mi celular. Creo que hice bien en callarme.

Morelia, Michoacán, México, julio 2009


En primera instancia pensé que algún malintencionado había intervenido el cartel. Pero luego me di cuenta de que la exposición al sol había hecho estragos sobre el color rojo.

Morelia, Michoacán, México, julio 2009


Me gustaron las exposiciones del Museo de Arte Contemporáneo en Morelia, Michoacán, pero esta instalación que tenían en el patio (en técnica mixta) se me hizo soberbia.

Morelia, Michoacán, julio 2009





Cuando vi esta alfombra arrollada en una iglesia moreliana, enseguida adiviné de dónde habían sacado la idea para los rollos de tamarindo…

Morelia, Michoacán, México, julio 2009

2009-07-19



No sabía si mi amiga Soledad me había contado una anécdota o yo la había imaginado completamente, en alguna borrachera. Le escribí para preguntarle: ¿tú me contaste que una vez en Uruguay, en un recital de Parchís, tiraron gases lacrimógenos?

Ella me respondió:

“Sí, así fue, más o menos. No me acuerdo de detalles porque tenía 8 años pero estábamos viendo a los Parchís y no sé por qué entraron los milicos al concierto y la gente se puso a cantar "borom-bombom borom-bombom, el que no salta, es un botón" mientras saltaban en las bancas. Después se fue todo al carajo… Yo tenía un yeso en mi brazo porque me había quebrado; me acuerdo que vino un milico y me pegó con una macana y yo puse el yeso. Obvio me sentí una genia.”

Soledad Labaca, 2007



Sobre los viajes, el éxito y quién los patrocina, el consejo de un amigo es:

“Bajen de los aviones con una estola que diga TODA-PAGA-TODA-PAGA-TODA-PAGA-TODA-PAGA-… en cinta de moebius, si no, no bajen: ¡Resístanse!

Enrique Acuña, 2008



...y él dijo antes de huir:
"¡poesía eres tú!"

Enrique Acuña, Buenos Aires, 2008

Durante mi última visita a Buenos Aires advertí una cantidad significativa de revistas en cuya tapa se lucían señoritas en una posición similar a ésta:



Le comenté a un conocido sobre la mentada pose y él me informó: “sí, está muy de moda, se llama CONCHORTO” (en la jerga local = concha + orto).

Este género fotográfico despertó en mí una serie de pensamientos paralelos:

- La pose es levemente humillante: los genitales y el esfínter se vuelven más importantes que la cara (independientemente de que la modelo está perfectamente identificada por nombre y/o apellido).
- La pose tiene una reminiscencia escatológica, es como que la cámara está en el inodoro y, justo al momento de levantarse, el agente depositor gira la cabeza para ver el estado de sus excrecencias.
- Por último: ¿existirá algo similar en las publicaciones gay denominado PICHORTO?

Buenos Aires, mayo 2009






We got onto the elevator. We pressed the 22nd-floor button. Suddenly I felt a strong funny smell. I asked my friend what that weird smell was.

- It smells like elevator cable burning – he said.

Dirk Denison, Chicago, IL, June 2009



We were walking down the street calmly, after dinner, when suddenly a bicycle, 40’ from us, got onto the sidewalk and the guy on top of it fell. ‘Oh-my-god’ was our thought. We run towards the guy and tried to help.

- Are you ok? – my friend asked.
- Yes – the guy answered, on the floor, rubbing his shoulder – just give me a minute: it’s just my shoulder that is probably dislocated. I got this from Vietnam.

The guy looked like he had had something to drink or smoke. He was in his early fifties and had a hippie look.

- Do you need an ambulance? – my friend asked.
- No, thank you.
- Can I help you stand up? – he insisted.
- No. I’m fine. Just give me a minute.

My friend looked at him for a few seconds but it was very uncomfortable to stay there doing nothing, just looking at the guy on the floor. So he insisted on helping: he tried to take the bicycle off the ground.

- It’s ok, man – the fallen man added -. I can do that.
- Would you like me to call someone?
- No, thank you.

My friend decided to move on. He started leaving and said:

- Well, nice to meet you, and thank you for Vietnam.

Roscoe Village, Chicago, IL, June 2009

2009-07-12



Una mujer de extraño aspecto (mitad loca, mitad homeless) se sentó sobre la arena, en la playa, y de su bolso sacó un gato y un bronceador. Comenzó a ponerse la crema en todo su cuerpo, de manera exagerada: quedó toda pintada de blanco. Al gato le quemaba la arena, entonces trataba de meterse nuevamente dentro del bolso. Ella no lo dejaba (ponía cosas sobre el bolso para que él no pudiera meterse) y mientras tanto le repartía sobre el pelaje toda la crema que le sobraba en sus manos.

Oak Street beach, Chicago, IL, junio 2009



When I asked her if she liked sports she told me:

“I am not good at hitting things with another thing”.

I understood she meant tennis, baseball, golf… that sort of sports. But what happened with other kind of sports?

“And what about sports which do not involve hitting, but kicking or bouncing?” – I asked.

“Why would I want to do that?” – she concluded.


Michelle Edwards, Chicago, IL, june 24th, 2009



Por esas cosas del destino, mientras trataba de concentrarme en el capítulo 8 de Rayuela, de Julio Cortázar (1963) luego de haber estado buscando el libro durante mucho tiempo, ansioso de revivir este pasaje que hace años había leído: “Están las peceras bajo el sol con sus cubos, sus esferas de agua que el sol mezcla con el aire…” me tocó escuchar, simultáneamente, en un televisor lejano, una miserable escena de “100 veces no debo”, de Alejandro Doria, Argentina, 1990. En la escena, el actor Luis Brandoni grita por la ventana: “¡Le hicieron un hijo!… ¡Le inflaron el bombooooo!”.
Desgraciada casualidad: el capítulo que más me gusta de una de las novelas que más me gusta, fue contaminado por ésta, la escena que más odio de una de las películas que más odio. Fue ahí que descubrí la belleza de otro pasaje del mismo capítulo de Cortázar, que armonizaba con la presente experiencia: “Flotando, una transparente cinta de excremento que de golpe los arranca [a los peces] de su proyección de imágenes puras”.
Buenos Aires, junio 2009


Una señora intenta saltarse la fila con la excusa de que tiene una emergencia. Se dirige al primero de la fila (somos unas 20 personas formadas) buscando su ayuda. El hombre le dice: “Yo no tengo problema en dejarla pasar, señora… pero todos salimos de nuestro trabajo, tenemos compromisos a los que acudir…”
Me pregunto: ¿es este hombre nuestro justo vocero? ¿o es un hijo de puta que nos traslada su falta de comprensión y encima se hace el bueno?

Oficinas de la Policía Federal Argentina,

Buenos Aires, junio 17, 2009



En Montevideo hay un niño que explica: “Yo no quiero morirme nunca, porque quiero jugar siempre.”

De “Las huellas digitales”, de “El libro de los abrazos”,

Eduardo Galeano, 1989



Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. La identidad no es una pieza de museo, quietecita en la vitrina, sino la siempre asombrosa síntesis de la contradicciones nuestras de cada día.


De “Celebración de las contradicciones/2”,

de “El libro de los abrazos”, Eduardo Galeano, 1989

2009-07-11



“Los que hacen de la objetividad una religión, mienten.”

Don José Coronel Urtecho a Eduardo Galindo en
“Celebración de la subjetividad”, de “El libro de los abrazos”,
Eduardo Galeano, 1989


“…y al cabo de muchos años estaban de vuelta en su tierra de origen, y nunca habían olvidado nada. Ni al irse, ni al estar, ni al volver: nunca habían olvidado nada. Y ahora tenían dos memorias y tenían dos patrias.”

De “El río del Olvido”, de “El libro de los abrazos”,

Eduardo Galeano, 1989



Los actos de los locos exceden las previsiones del hombre cuerdo

De “La busca de Averroes”, “El Aleph”, Jorge Luis Borges



¿Cuántos no habrían querido ser Michael Jackson? No lo sé, pero sé que Michael Jackson no quería...
Yuriria Sierra, periódico “Nacional”, junio 27, 2009



Mi hermana me cuenta el siguiente chisme:

“Una amiga de nuestra hermanastra tiene una boa constrictor de mascota. La boa duerme en la cama con ella (una enfermita). Resulta que la dueña empieza a notar tristona a la mascota. Consulta con el veterinario y le cuenta que la serpiente, en vez de enroscarse, se pone toda estirada al lado de ella. El veterinario le dice: - ‘No está triste, te está midiendo para comerte’. Creo que ya la regaló...”



La ciudad de Buenos Aires se caracteriza por tener sus calles especialmente llenas de mierda de perro (a cada uno de estos pedazos de excremento comúnmente se lo denomina “sorete”). El otro día, en medio de la limpieza que caracteriza a las calles de Chicago, vi una pareja de ciegos que avanzaba con relativa comodidad rascando su bastón contra el piso. ¿Qué sería de esta infeliz pareja en Buenos Aires? ¿Se detendrían ante la inminencia de cada obstáculo? ¿O usarían el bastón para, alegremente, ir desparramando soretes?

Chicago, IL, junio 2009



¿Qué sucede cuando un puesto de flores cierra por un tiempo y la gente necesita publicar sus ofertas?
Roscoe Village, Chicago, IL, junio 2009
¿Qué sucede cuando una oficina entra en vacaciones y la correspondencia sigue llegando?

Roscoe Village, Chicago, IL, junio 2009


En el restaurant, pedí un té y me preguntaron: “¿de cuál quiere?”

Yo respondí: “no sé: ¿de cuál tiene?”

Me contestó: “tengo varios”.

Ante la falta de descripción de la oferta, decidí tomar un atajo:

“Bueno, ¿pero cuál me recomienda?”

Trajo una caja con sobrecitos de té, la miró por dentro, metió su mano y me extendió éste:

“Inti Zen: para suavizar las palabras”.

Restaurant Croxi, Belgrano R, Buenos Aires, Argentina,

junio 2009



Cuando vi estas dos aves no pude evitar preguntarme: ¿están paradas sobre el agua?



Se ve que no fui el único que se hizo la pregunta: un pato se les acercaba para verificar la hazaña (o el milagro).

Riachuelo, Buenos Aires, junio 2009

Not only is it important to walk your dog, but also to do it in a fashionable contemporary way.

La Boca, Buenos Aires, Argentina, junio 2009



Cuando vi el aro de basket sobre la medianera, me pregunté si éste habría estado en los planos del arquitecto que hizo el edificio de la izquierda.

Calle Arribeños, barrio Núñez, Buenos Aires, Argentina,

junio 2009


Cuando vi el diseño genial que habían montado para colocar el número en el frente de la casa, no pude evitar pensar en los pobres arquitectos y la infinidad de atrosidades que les toca ver.

Calle Arribeños, barrio Núñez, Buenos Aires, Argentina,

junio 2009



70 balcones y ninguna flor


Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor.
¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?

La piedra desnuda de tristeza agobia,
¡Dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta bobo de ilusiones?

¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?

Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá una clave...

¡Setenta balcones y ninguna flor!


Baldomero Fernández Moreno

Desde muy niño me quedó grabado este poema en la memoria, no tanto por sus versos sino por el hecho de que el poeta eligió decir “70 balcones” cuando el edificio en el cual se inspiró tiene en realidad 136.


Esquina de Corrientes y Pueyrredón, Buenos Aires, Argentina