2009-01-25



La gente comenzaba a congregarse en la playa de Pie de la Cuesta para ver el atardecer. Los atardeceres allí son muy populares por el espectáculo que el sol ofrece al sumergirse en el mar a una velocidad apreciable: en menos de 5 minutos pasa de ser un disco fucsia refulgente a una rayita color rubí que se angosta hasta un puntito que desaparece.
Yo tendí mi lona sobre la arena y, arrullado por el mar que se embravece a la hora del poniente, comencé a contemplar el ocaso.
Entonces una señora gorda, echada en una reposera, atrás de mí, bajo una palapa, comenzó a chiflar. Chiflaba… y chiflaba. Luego empezó a gritar “¡Nayeli! ¡Nayeli!”. Supe que Nayeli era una de las jóvenes que admiraba el atardecer mientras se refrescaba a la orilla del mar porque se dio vuelta para ver qué quería la señora (al parecer, su mamá o su tía). “Tómale una foto con el celular”, gritó la vieja. Nayeli le hizo cara de “no mames” (me estás jodiendo) y siguió contemplando el sol. La señora volvió a chiflar. Y a gritar “¡Nayeli!”. Nayeli no le hacía caso. Seguro la estaba avergonzando frente a todos los de la playa. Pero la señora siguió chiflando. Hasta que el sol se puso.
“Qué asco de señora”, pensé.

Pie de la Cuesta, Guerrero, enero 2009

1 comentario:

Anónimo dijo...

i'm gonna make my own journal