2009-11-01



En Estados Unidos, que alguien tenga una alergia, no es problema del que la tiene, sino un tema de conversación y algo por lo que deben preocuparse exageradamente todos los que están alrededor.
Si yo pelo una naranja y el de al lado me dice "disculpa, soy alérgico a la naranja", el problema lo tengo yo, porque él no se va a mover de su lugar (a pesar de que él tiene el problema con la naranja) y si yo no voy a comerla a otro lado o no la saco de su vista, todo el mundo opinará que soy un grosero.
Este tipo de situaciones suceden todo el tiempo, y la gente se va perfeccionando en cómo manipular a los demás en función de estos "detallecitos".
Un ejemplo claro es el de un amigo al que le regalé un libro, pensando que a él podía interesarle mucho. Es un libro antiguo (de los '60) y tuve que comprarlo usado porque nuevo no lo conseguía. Un año después, me encontré el libro en su casa y le pregunté entusiasmado: "¿Lo leíste? ¿Te gustó?". Él me respondió que no pudo, porque el papel de los libros viejos le da alergia. Si me hubiera dicho que no tuvo tiempo, yo tendría derecho a enojarme, porque sé que se dio tiempo para muchísimas otras cosas; pero frente a la excusa de la alergia, me dejó totalmente desarmado y tuve que responder lo que socialmente se espera que responda frente a una dolencia de este tipo:
- Oh, I'm so sorry...

Chicago IL, septiembre 2009

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