2010-10-28


Estoy parado en la escalera mecánica ascendente, saliendo del Metro. Adelante mío hay una jovencita que tiene una retaguardia horrible. La cintura es ancha, inexistente. Tiene 2 grandes lonjas tapadas por una playera blanca stretch. Abajo, el culo es plano, vasto. Para colmo, usa un pantalón de mezclilla con tiro bajo, que no la favorece. Para mis adentros pienso: “qué valentía hay que tener para meterla en un culo de éstos”. De repente su madre empieza a regañar a la muchacha: “¡Mira que eres pendeja! ¿No te diste cuenta que ese tipo se te estaba arrimando? Se hacía para adelante y para atrás, y tú ahí parada. Te dije que te movieras, y no me hiciste caso, y él ahí seguía molestando. ¿No lo viste?”. Ella se encoge de hombros.

La naturaleza humana me admira. El culo que a mí me espanta, es un codiciado objeto del deseo subterráneo.

Metro Allende, Centro Histórico, México DF, octubre 2010

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