2015-03-17


Me imagino que, cuando el pintor o su jefe hizo el presupuesto para pintar el frente del edificio, habrá pensado cuántas veces tendría que subir y bajar, y cuál era su ángulo de acción sentado en el columpio.  Una vez realizado dicho cálculo, tiene que haber pensado que, en cada piso, debería inclinarse tanto hacia la derecha como a la izquierda, y que en cada inclinación estaría jugándose el susto de su vida, sin hablar del 47% de probabilidades de volcar la cubeta de pintura amarilla sobre los transeúntes por cada susto no consumado en tragedia.

Claramente es uno de los proyectos que, independientemente de quien lo haya comisionado y quién lo esté ejecutando, lo mejor es llegar el último día y ver ‘qué tal quedó’ para no estar fumando el suspenso del trapecismo sin red.

Tlatelolco, México DF, enero 2015

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